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miércoles, 19 de noviembre de 2008

los espiritus

No hay que creer en la existencia del espíritu del bien y del mal haciéndolo antagónicos entre sí. Esto no lo puede admitir la ciencia sagrada de la verdadera magia por la razón de que el bien y el mal son el complemento de todas las cosas. Así como no hay placer sin dolor, así en toda la creación tiene por necesidad que existir lo absoluto y lo relativo, que es suplemento. Puede asegurarse, por lo tanto, que si el bien está unido al mal, la dicha a la infelicidad, la pena a la alegría, la vida a la muerte, el espíritu a la materia, el calor al frío, la luz a la oscuridad, et.

Los espíritus pueden ser, individualmente, buenos o malos, de luz o tinieblas; pero todos, absolutamente, llenan su misión con arreglo a las leyes que tuvieron en su creación. Así se comprende que los espíritus de tentación se dediquen a tentar, etc.; los llamados celestes residen en el cielo, los aéreos en el aire, los terrestres en la tierra y los infernales en sus guaridas.

Aparte de que cada uno llena una misión, como ya se ha dicho, todos, sin embargo, deben obediencia y respeto al Espíritu Supremo, cuyo nombre es Jehová en hebreo, Alpha y Omega en Caldeo, Alá entre los moros y Dios entre los cristianos. En los trabajos se pueden invocar a todos, pero deberán llamarse únicamente los de una u otra cualidad, según la clase de petición que se desee hacer.

Es decir, que cuando el conjuro sea de tentación, se llamará a los de tentar; cuando sea de agrado o amor, a los de agradar; si es de bien, a los buenos; si de mal, a los malos o de daño; y así sucesivamente.

Los espíritus buenos dominan siempre sobre los malos; no así estos sobre aquellos, por tenerlo así dispuesto el Soberano Hacedor, a quien todos rinden obediencia absoluta.

El Espíritu Supremo es el Hacedor de todo lo creado, sobre el cual nadie tiene mando, y a quien todos deben obediencia, sumisión y respeto. Es tan inmenso y tan grande, que no hay un solo átomo en toda la creación adonde no llegue su misterioso fluido.

Espíritus superiores son aquellos que se consideran primeros en categoría y que tienen, por tanto, la potestad de mandar sobre los que se hallan en inferior escala. El primero de todos es Adonai, llamado Ángel de luz. Recibe directamente del Ser Supremo las órdenes que ha de transmitir a los demás.

A su inmediato servicio y con idéntica potestad hay dos, cuyos nombres son Elohim y Gehovam, que tienen la misión de hacer cumplir los mandatos que Adonai recibe y que ellos transmiten a su vez a los espíritus encargados de su ejecución.

Luego siguen en jerarquía, Mitraton, Azrael, Astroschio, Eloy, Milech, Ariel y Zenaoth, que también tienen a sus órdenes otros muchos espíritus que les rinden obediencia absoluta.

De Aquí se deduce que van descendiendo en categoría a pesar de ser considerados como espíritus superiores, por lo que bien podría denominárseles de primera, segunda y tercera magnitud, siendo el principal de todos el gran Adonai, o el Ángel de luz, como ya se ha mencionado.

A continuación daremos una idea aproximada de los espíritus celestes, que puede decirse que forman verdaderos ejércitos, tanto por su organización como por la obediencia con que ejecutan las órdenes que reciben de sus superiores en jerarquía.

Llámanse espíritus celestes a los que habitan el firmamento y los astros que giran por el espacio. Sus funciones son presidir los destinos de cada mortal y dirigir los acontecimientos que le conciernen, conforme a la voluntad del Divino Creador. Por eso los espíritus celestes están al abrigo de todas las emboscadas de los genios dañinos.,

Cada espíritu celeste no pude obrar sino con arreglo al astro que les corresponde, y según le permite la omnipotencia divina, porque Dios sólo le da el poder de obrar. Por esa razón dichos espíritus no pueden emprender nada sino bajo la dirección divino, y sólo cosas que conducen a un buen fin, como lo confirma la historia del mundo desde su creación.

Hay siete gobernantes que tienen otras tantas funciones diferentes. Sus astros visibles son. Aretrón, Bethor, Phaley, Och, Hageth, Ophiel y Phul, a los cuales atribuyen las condiciones siguientes:

1.º Aretrón, tiene el poder de cambiar instantáneamente en piedras o metales, objetos diferentes y al contrario. Por ejemplo: convierte el carbón en oro, y viceversa; enseña la Alquimia, la Magia, la Física; hace invisible y da larga vida.

2.º Bethor, confiere altas dignidades, acerca del hombre a los espíritus que le dan respuestas exactas, transporta los objetos de un lugar a otro, proporciona piedras preciosas y prolonga la vida indefinidamente, si Dios lo permite.

3.º Phaley, que pertenece a los atributos de Marte, establece la paz y eleva a las altas jerarquías militares a quienes han recibido su mar.

4.º Och, preside los atributos del Sol, da larga vida y salud, distribuye la sabiduría, enseña la medicina y da el poder de cambiarlo todo en oro puro y en las piedras más preciosas.

5.º Hageth, bajo la influencia de Venus, da muy grande hermosura a las mujeres que se honran en su protección, les distribuye todas las gracias, cambia el cobre en oro y al contrario.

6.º Ophiel posee el poder de la transmutación metálica bajo el signo de Mercurio; da el medio de transformar la plata en oro, transformación en que se funda, según la Alquimia, la gran piedra filosofal.

7.º Phul gobierna las regiones lunares. Su potencia se extiende a la duración de infinitas enfermedades, cambia todos los metales en plata, protege al hombre que navega, y da larga vida.

No olvidar jamás que todo es posible a quien tiene fe y voluntad y que, por el contrario, nada conseguirá quien carezca de ambas cosas. No hay obstáculos mayores que los que oponen el aturdimiento, la ligereza, la inconstancia o la frivolidad, el desarreglo o las pasiones desordenadas.

Quien quiera poseer el don de la magia, tiene que ser, ante todo, hombre honrado, virtuoso constante en sus palabra y en sus acciones, firme en todos sus trabajos, prudente, avaro solamente de su sabiduría y creyente leal en la empresa que acomete.

Hecha la anterior digresión por considerarla de verdadera utilidad, pasemos a tratar de los gnomos.

Tras la especificación hecha de toda la clase de espíritus, detallando los elementos que pueblan, propiedades o funciones que tienen encomendadas según sus instintos innatos o impuestos por el Rey de los ámbitos, la manera de suplicar su concurso en nuestras empresas mágicas, etc., vamos a tratar ahora de otros seres también espirituales pero que, desligados en todo de los anteriores, forman una nueva legión, obran y accionan con libertad absoluta en relación a los demás.

Gnomos es el nombre de estos espíritus, y están definidos por Artabel, en los anales de las Magia, para conocimiento de sus secuaces, del siguiente modo: los espíritus guardadores de tesoros, íntimos a la humanidad, de la cual forman una parte integrante, siendo invulnerables a nuestros encantamientos más sutiles.

Esta acotación, escrita de puño y letra del gran Artabel, ha sido generalmente mal interpretada en una de sus partes más significativas, debido a la poca ciencia comprensiva de los genios que han tratado tan escabrosa rama del saber, y es, en lo relativo al principio del versículo antes mencionado pues debo advertir que las sentencias y máximas inscritas en el libro Rojo, obra maestra de Artabel, están en árabe, y doy la traducción para aquellos que, no impuestos de los secretos de este arcano, no puedan por sí solos a la voz de un conjuro hacerse con el original, libro raro escrito en hojas de pergamino, que Olimpiodoro y Sinesio ensayaron en vano copiar, por la sencilla razón de que, a medida que escribían se iban borrando los caracteres: sin embargo, tal fue el empeño de ambos por conocerlo, que consiguieron retener en la memoria algunos párrafos, los cuales le fueron muy útiles en sus experimentos de alquimia, logrando hacer artificialmente oro y brillantes. Mas, apartándonos de digresiones, diremos que la calificación de guardadores de tesoros a que antes aludíamos, es hiperbólica y de sentido figurado pues su autor no sólo se refiere a los tesoros que se hallan ocultos en forma de minerales, piedras preciosas, monedas acuñadas, etc., sino también a la inteligencia del hombre que, bien entendido, es la riqueza mayor de que estamos dotados los mortales, y de la cual se convierten en sus más fieles guardianes, dirigiéndole por el camino de la suprema perfección.

Tenemos, no obstante, que dar sucinta explicación a aquellos incrédulos que hacen supeditar al libre albedrío de estos espíritus a la materia, y al efecto les exponemos lo siguiente:

“El espíritu –dice el doctor Herman Schefer- no es otra cosa que una fuerza de la materia, resultando inmediatamente de la actividad nerviosa.” Mas, objetamos con Flammarion, ¿De dónde viene esa actividad nerviosa? ¿Qué es sino el espíritu el punto donde radica esa potencia? ¿Acaso es el alma la que obedece y somete al cuerpo, o éste al alma? Dogmas son que caen por su base, y a los que no debemos dar importancia, aunque hayan sido sostenidas por eminencias como Laugel, Moleschott, Buchner y otros no menos afamados profesores.

Téngase presente que nuestro espíritu se halla constituido de tal modo, que en su composición entran una inmensidad de pequeños espíritus, que trabajan constantemente en el desarrollo de nuestras ideas, y éstos, en relación directa con los gnomos, son los que producen en nuestra alma sensaciones de placer, de alegría, valor, odio, cariño, simpatía, temor, tristeza y otras muchas que, sin darnos cuenta exacta de su origen se apoderan de nosotros de un modo absoluto.

Estos espíritus son tan diminutos, que para hacer su comparación habríamos de decir que parecen átomos, lo cual no es obstáculo para que sean tan exactos en el cumplimiento de su deber, que tan pronto como aparecemos en la faz del orbe y aspiramos al primer hálito de vida, ya somos víctimas de su benéfica invasión que nos acompaña y dirige hacia el término del destino que la providencia nos señaló de antemano.

Tan complejo, amplio e importante es ese papel que desempeñan en nuestra existencia, que casi podemos decir que dependemos de ellos sin temor a arrepentirnos, y por razón natural son los que debiéramos conocer para explicarnos muchos de los fenómenos que nos suceden, y que hasta ahora han quedado sin explicación categórica.

La residencia de los gnomos son las ondas aéreas y, como sus moradas, ellos nunca están en reposo. Además, tienen la propiedad de penetrar por todos los poros de la Tierra y hasta se filtran en el corazón de las montañas.

Tienen un poder omnímodo sobre la imaginación del hombre, son su égida en los peligros, su inspiración en la duda, su horóscopo del futuro; de ahí vienen las preocupaciones que tenemos, las cuales suelen ser siempre ciertas.

Es el céfiro transmisor de las órdenes, demanda o ruego de los hombres a los espíritus o de estos entre sí, y tal es convicción de los bueno y lo malo, que si va en perjuicio de los seres racionales la voz que arrastran a su destino, tratan de librarse de su pesada carga, chocando con los obstáculos que encuentran a su paso, desbaratando de este modo el poder los espíritus no congéneres, los cuales nada pueden hacer por contrarrestar su impulso justiciera, pero como ya hemos dicho, los gnomos tienen por misión principal velar por el equilibrio de los talentos, amenazados de las fastuosas maravillas de los espíritus malignos.

También hemos hecho notar que la influencia o acción de los gnomos es ejercida sobre el cerebro, por lo tanto, ellos son los engendradores de la ilusión de los sentidos. Quieren al hombre y le proporcionan una vida inmaterial, le hacen soñar y le enseñan a sentir, porque no es verdad, como se cree, que el sueño no sea más que una retratación de los pensamientos ya impresos en nuestra masa encefálica, no; la imaginación es incesante como los mismos gnomos que la incitan a funcionar, estando dispuestos a crear en todo momento, y si faltase esta mecánica, la materia se confundiría hasta el momento en que llegase a su transformación total, que no sería lejana.

Únicamente pueden existir diferentes grados de actividad mental o relativo reposo en relación al género de células que vibran en nuestro entendimiento, pudiendo afirmarse que, cuanto más en contacto esté el objeto o imagen causa del movimiento fisiológico con lo material o mundano, más agitado está el sistema nervioso, puesto que se hallan en tensión más número de nervios de la prodigiosa fábrica de nuestro organismo.

¿Piensan por ventura que esas inmensas moles de granito cuya geognosia son, en su mayor parte, pequeños cristales de cuarzo, feldespato, mica y ortosa, que se levan a infinidad de metros sobre el nivel del mar, permanecen inmóviles y en reposo absoluto? Pues, no; ¡vibran todas sus moléculas, por la razón de la cohesión y expansión de los átomos en que el éter imprime sus movimientos, y vacilarán ahora si digo que la materia viva es incesante en sus fases, hasta cuando las masas inanimadas aparentemente no lo son! Y más aún, si confiesan que la materia organizada está constantemente en vigor, ¿Qué dirán de los espíritus en cuya sustancia se sintetizan estas cualidades y una poderosa de que carece el resto de los elementos del cosmos...?

Nada más bello que abandonarse a estos espíritus que nos proporcionan placeres quizá platónicos, porque nuestro ser no disfrutas al unísono del alma, pero ésta se purifica y aprende a pensar en lo divino o sobrenatural cuando transportándonos estos graciosos espíritus en alas del deseo a regiones ignotas nos hacen experimentar mil sensaciones que nos sobrecogen de respeto, haciendo brotar en nuestra mente ideas vagas como bosquejos de una felicidad anhelada que empieza a conseguirse...

Hacen arrugar nuestra frente acreditando utopías posibles para nosotros que empezamos a esclarecernos con su luz germinadora y gozamos de un éxtasis embelesador, elevándola cada vez más al sol esplendente de la verdad, el que brilla en el inmenso espacio del Bien Supremo.

Ángeles de la fortuna luchan contra la maldad, imposibilitando su progreso, porque no pueden destruirla, obedeciendo a las leyes de la naturaleza.

Con facilidad observamos la ingerencia de estos espíritus en nuestros designios, puesto que están íntimamente unidos a ellos, así que llevamos a cabo un daño, tras la vacilación interior tenemos el remordimiento, y si se trata de un bien, el gozo inefable de dicha unido a la satisfacción frecuente Que el alma manifiesta por una obra realizada: ¿Cómo podemos explicarnos esa alegría o ese pesar sui géneris de que nos vemos poseídos a veces sin causa visible que lo despierte, sino es por los gnomos, que graban en el centro de nuestro sistema nervioso los ecos de un próximo acontecimiento? Son ellos que nos avisan, no para dar margen a nuestro desenfreno o abatimiento, sino para precavernos de una impresión repentina, para que vayamos poco a poco familiarizándonos con la sensación que vamos a sufrir, haciéndonos de este modo superiores a nosotros mismos.

¿No es verdad que, cuando hablamos de una persona a quien no hemos visto desde largo tiempo, suele suceder que aparece ante nuestros ojos en breve instante?.

1 comentario:

medicenlapauolacolo dijo...

hola...vz zabez q a mi a vecez m paza... aunq no ziempre...